Lo único constante es el cambio

por | Ene 12, 2023 | Rutas, Viajes | 0 Comentarios

A estas alturas de la vida, solamente tengo claras dos cosas: la primera es que todos nos vamos a morir y la segunda es que sin cambio no hay evolución. Los cambios son esos acontecimientos, más o menos buscados, con los que nos vamos encontrando a lo largo de nuestra existencia y que nos sacan de nuestra zona de confort.

Existen muchos tipos de cambios: los deseados y los que te llegan de improviso; los positivos y las malas noticias que nunca querríamos escuchar; cambios pequeños con consecuencias enormes y cambios a priori grandes, pero a los que nos adaptamos de inmediato. Sean del tipo que sean, es imposible pasarnos la vida sin enfrentarnos a ellos, así que más nos vale aceptarlos y en ocasiones incluso, amarlos.

A nuestro cerebro no le gustan los cambios porque le suponen un esfuerzo extra que no tiene demasiadas ganas de abordar. Ese es el origen de la vocecilla interna que nos dice que no tomemos riesgos, que tampoco estamos tan mal. Si a eso le sumas otros factores como: la pereza, el miedo a lo desconocido y la incertidumbre, tienes el cóctel perfecto para no moverte y quedarte en ese trabajo que no te aporta nada, en esa relación que no te hace feliz, en esa ciudad que ya no soportas o con ese grupo de amigas con las que ya no tienes nada que ver, pero que al fin y al cabo «son las de toda la vida».

Quizás mi caso sea distinto al de la mayoría porque YO AMO LOS CAMBIOS. Y no lo digo, yo, lo dijo una prueba que hice cuando ascendí directora hace unos once años. Algo muy raro me debió salir, porque recibí una llamada directamente del responsable de RRHH de Hamburgo para darme los resultados. Me dijo que en mi carácter destacaban principalmente dos cosas: la primera era mi capacidad para tomar decisiones y la segunda mi propensión a los cambios.

Al parecer, las dos cosas eran beneficiosas para la posición que iba a ocupar, pero (siempre hay un pero…), tenían un lado negativo: a la mayoría de las personas les pasa exactamente lo contrario. O sea, que normalmente a la gente no le gusta ni tener que decidir, ni los cambios, por lo que debía trabajar mucho mi empatía o me quedaría sin comprender la actitud de gran parte de la humanidad y por ende, de mi equipo.

Volviendo a la actualidad, era obvio que el destino, tenía cambios previstos para mí durante este último año. Lo que pasó con mi anterior puesto de trabajo lo tienes en este post. En resumidas cuentas, el día 30 de junio de 2022 me quedé sin trabajo. Y hasta ahí todo bien porque era un cambio deseado.

Tenía claro que ese ciclo había llegado a su fin y que había adquirido la experiencia necesaria para emprender algo por mi cuenta. Además los términos de la indemnización eran buenos por lo que contaba con un colchón financiero, pero me faltaba lo más importante: un proyecto que me motivara y con el que pudiera ganarme la vida.

Y de nuevo el destino llegó en mi auxilio.

A finales de mayo, mis amigas y yo nos fuimos de viaje al norte de Marruecos: Assilah, Chefchaouen, Tetúan y Tánger. Compartí en Instagram algunos vídeos de nuestra ruta diaria y se lio parda.

Empezaron a llegarme mensajes de gente pidiéndome que les avisara cuando «organizara» el próximo viaje.

No daba crédito. Recuerdo a mi amiga Toya en una terraza en Chaouen diciéndome: «Pero Mary, ¿por qué van a querer viajar contigo si no te conocen de nada?» En aquel momento, sólo le contesté que en este mundo había muchas realidades distintas a la suya y que, a lo mejor, viajar conmigo no era tan mal plan. Mientras mi intuición me decía que siguiera, que por ahí estaba el camino.

El resto de la historia lo he compartido en RRSS, pero te lo cuento por si no lo sabes. En julio viajé a USA y al salir de España y tomar distancia con mi día a día, me di cuenta de que Barcelona es una de las ciudades más turísticas del mundo y, por tanto, poner mis habilidades al servicio de las personas que nos visitan cada año, podría convertirse en otra forma de ganarme la vida.

Dicho y hecho. Volví a España con un proyecto muy primario que he ido puliendo y trabajando durante los últimos meses hasta convertirlo en una idea viable que me espero que me permita vivir de mi emprendimiento, porque al final, de esto va la vida, de vivir de lo que te gusta para ser lo más feliz posible. Ni más, ni menos.

Pero para que ese proyecto saliera adelante, tener una idea no era suficiente. Había que aterrizarla, convertirla en un plan y obtener resultados. Para ello decidí poner toda la carne en el asador, rodearme de los mejores profesionales, trabajar duro e invertir tiempo y recursos en formarme y aprender.

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